"Una noche soñé que el mundo se daba la vuelta. El sur era el norte y el norte era el sur. Pero, todo seguía igual.
Una tarde creí que las mujeres de mi generación no dudarían en afirmar que tenemos el derecho como personas a las mismas oportunidades que los varones. Pero algunas universitarias siguen pensando que el cuidado de la casa es una función inherente a la piel de una mujer.
Un día pensé que los ricos podrían acabar como pobres y que los pobres podrían ser ricos. Pero de que serviría cambiar las manos que manejan el dinero....
Una mañana amanecí oyendo el trinar de los pájaros cantar. Me dije ¡que maravilla escucharles!. Pero al levantar la persiana, los pájaros que trinaban estaban enjaulados en el balcón de enfrente.
Pase el crepúsculo en la playa y me dije ¡que afortunada soy de vivir en una ciudad con mar!. Pero cuando me fije en el horizonte vi dos pateras.
Y ya en pleno anochecer paseando entre las zonas verdes de la ciudad, contemplé como se divertían varios jóvenes jugando en los columpios. Pero al pasar cerca de ellos, todos exhalaban humo y estaban rodeados de bolsas con botellas....
Entonces comprendí algunas cosas…
Que el mundo aunque cambie como nunca, seguirá como siempre: al revés.
Que la mujer se olvida que los roles son impuestos y no inherentes.
Que cambiar la riqueza de manos, no acaba con la pobreza.
Que un pájaro enjaulado canta, porque sabe que el que vuela puede acabar en la cazuela.
Que no se puede poner puertas al mar, pero si fronteras.
Y que los parques sirven para jugar de día y jugársela de noche…"
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