Cuentan que un directivo de una empresa no lograba tener paz ni estimación hasta que logró convencerse que la perfección no se halla en este mundo, y que precisamente los defectos de la gente contribuyen a una variedad provechosa en la vida.
Hay que partir de estos hechos:
- Nadie ha alcanzado la perfección. Algunas personas están más cerca de ella que otras, pero nadie ha llegado.
- Cada uno tiene sus razones de ser diferente. Cuando Dios crea una persona, rompe el molde. Así que no habrá dos personas iguales jamás. Una persona no tiene porque aprobar los defectos del otro, pero tampoco tiene porqué tenerle antipatía por ser así. El otro tiene derecho a pensar diferente.
- No seamos el eterno reformador que quiere cambiarlo todo y no se contenta con nada de lo que se hace. Practiquemos el lema "Vivir y dejar vivir"
- A la gente le gustan las personas tolerantes que aman a todos y pasan por alto sus errores.
- Aceptemos a cada uno como es: ni 100 % malos, ni 100% buenos. Todos con muchos defectos, pero deseosos de ser mejores.
"¿Cómo es que nos dedicamos a mirar la basura que hay en el ojo ajeno, si nosotros tenemos una viga en nuestro propio ojo?" (S. Mateo 7,3)
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